Uno de los Santos populares más venerados en Argentina. Por todas las carreteras hay santuarios rodeados de banderas rojas y ofrendas en honor al gaucho Antonio Gil, una especie de Robin Hood que robaba ganado a los ricos terratenientes y lo compartía con la gente pobre.
Era un desertor y cuatrero y forjó su fama momentos antes de morir. En aquel entonces no se enterraban a los desertores del ejército, pero Gil, viendo cerca su muerte, le pronosticó a su verdugo que el hijo que éste tenía estaba gravemente enfermo y sanaría si lo enterraban.
Después de cortarle la cabeza, el verdugo regresó a la ciudad de Goya, dónde un indulto esperaba a Gil. Al descubrir que era verdad que su hijo estaba gravemente enfermo, el soldado volvió al lugar de la ejecución del cuatrero y enterró su cadáver. Su hijo se recuperó rápidamente, la voz corrió y así fue como nació toda una leyenda.
Cuentan que si se va en coche y se pasa al lado de uno de estos santuarios, hay que tocar la bocina o se sufrirá grandes retrasos; algunos dicen que quizás nunca se llegue a destino.
Fuente: L.P.